La centralización del poder

Cada vez más, resulta evidente que el capitalismo (neoliberal), como sistema económico global, no está funcionando para la sociedad en general.

Ya sea que analicemos la creciente brecha en inequidad económica o la crisis climática que detonó una relación extractivista con el planeta, si algo tenemos claro es que debemos transicionar a otro modelo. Lo complejo, sin embargo, es que no sabemos cómo.

Aún si el consumidor promedio empezará a optar por marcas más responsables (a costa de su bolsillo), esto no resolvería del todo el problema ya que el 10% de personas más ricas del mundo son responsables de aproximadamente la mitad de las emisiones globales y de bloquear la transición a otras fuentes de energía.

Además de considerar que las élites, quienes concentran la mayoría de las riquezas, tienen un impacto directo en las políticas públicas del mundo. De hecho, “las élites son nada más y nada menos que grupos de amigos que también participan en las mismas actividades políticas”, tal como nos enseña Joreen en La Tiranía de la Inestructura’.

Y para agregar, la tecnología facilita la concentración de poder en menos manos, como una fuerza gravitacional lleva el dinero a donde más hay. Esto sucede en parte porque una misma empresa puede tener incidencia a nivel global afectando latitudes lejanas sin conocer su contexto (como sucede hoy con los gigantes tecnológicos); y en parte porque la tecnología permite eficientar procesos y reducir el costo de producción, lo que se traduce en un mayor ingreso para quien controla, precisamente, esos medios de producción. Una dinámica que se intensificará aún más con la entrada de la automatización y la inteligencia artificial.

Por lo mismo, para dar comienzo a una nueva economía más equitativa y alineada con la ecología del planeta, primero debemos enfocarnos en distribuir ‘el poder’ centralizado en tan pocas personas; en especial en el contexto de las organizaciones ya que son estas las entidades que hoy rigen al mundo, y es ahí donde, después de todo, probablemente pasaremos una tercera parte de nuestras vidas.

Las formas en que los agentes de un sistema se relacionan entre sí son fundamentales para la supervivencia del sistema, porque es a partir de estas conexiones que se forman los patrones y la mejora continua. Es decir, las relaciones entre los agentes son generalmente más importantes que los propios agentes.

Si queremos mejorar el sistema en el que vivimos, debemos de analizar las formas en las que nos relacionamos, y las injusticias que evidencian esas dinámicas de poder. De esa manera, al redistribuir el poder, modificamos no sólo al individuo sino al colectivo.

Afortunadamente, este proceso de descentralización del poder no sólo es posible, sino que ya comenzó en diversas esferas. Y en ese proceso, puede que logremos más que una mejor economía sino también construir una manera de organizarnos en equipos.

Entendiendo el poder

Miki Kashtan define el poder como “la capacidad de tomar medidas eficaces para satisfacer nuestras necesidades”. Martin Luther King Jr. decía que el poder es “la capacidad de lograr un propósito, el poder es la capacidad de efectuar cambios”. La naturaleza del poder no es inherentemente buena o mala; sino depende de su relación con el otro.

Richard Bartlett nos recuerda que existen tres tipos diferentes de poder:

  1. poder-desde-dentro o empoderamiento: está vinculado a nuestro sentido de autoestima y nuestra propia percepción de capacidad. Depende directamente del contexto en el que fuimos criados.
  2. poder-con o poder social: surge de la colaboración y las relaciones. Se basa en el respeto, el apoyo mutuo y la solidaridad. Es lo que determina cuánto te escuchan en un grupo.
  3. poder -sobre o coerción: se basa en la fuerza, la coerción, la dominación y el control; y se motiva en gran medida a través del miedo. Se basa en la creencia de que el poder es un recurso finito.

En ese sentido, la promesa de cambio se encuentra en co-diseñar estructuras de organización donde minimicemos el poder basado en la dominación, donde unos pocos tienen el control sobre las decisiones importantes, hacia un modelo distributivo donde todos podemos ser poderosos desde la colaboración y la confianza mutua.

Las organizaciones Teal y la descentralización de la Autoridad

Aunque lo anterior pueda parecer optimista e ingenuo, en realidad ya existen estructuras que nos enseñan, no sólo que esto es posible (y que llevan funcionando décadas), sino que distribuir la autoridad tiene grandes beneficios en el contexto actual.

Frederik Laloux, en su libro ‘Reinventando las Organizaciones’ describió casos reales de organizaciones provenientes de distintas zonas geográficas y sectores, con un mínimo de 100 personas y cinco años de operaciones. Gracias a su investigación una nueva corriente de organizaciones teal está emergiendo en todo el mundo, promoviendo tres conceptos principales:

  1. Autogestión: un sistema de gestión basado en relaciones entre pares, sin la necesidad de jerarquía ni consenso.
  2. Plenitud: La sensación de poder ser auténticos y vulnerables; mostrando todas las facetas de nuestra personalidad
  3. Propósito Evolutivo: considera que las organizaciones tienen una vida y un sentido de dirección propio. En lugar de intentar predecir y controlar el futuro, nos invita a escuchar y comprender ‘en qué quiere convertirse la organización’ de acuerdo a las necesidades del entorno actual.

Ventajas de los sistemas distributivos

Puesto que las estructuras centralizadas tienden a concentrar el poder en pocas manos, el sistema tiende a tener un punto único de fallo. Es decir, la organización entera depende de la persona que toma las decisiones estratégicas. Si la misma se corrompe y empieza a coludir por su beneficio propio y/o en víctima de manipulación, todos los miembros son afectados de igual manera.

En cambio, los sistemas basados en la autogestión tienden a distribuir mejor el poder puesto que parten de relaciones entre pares; en vez de las muy conocidas dinámicas de dominación jefe-subordinado. Esto, además de incrementar el poder-con y el poder-desde-dentro, genera una mayor resiliencia del sistema (puesto que se tiene mayor autonomía para responder ante lo impredecible y sobrevivir un desastre); un factor de mucha relevancia ante un contexto VUCA (con volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) como en el que vivimos.

Cabe resaltar la diferencia entre lo complicado y lo complejo y como, cuando lidias con problemas de un sistema complejo (como el cambio climático, la crisis migratoria y/o la desigualdad social) y tratas de controlarlos o resolverlos (desde el paradigma mecanicista de la administración tradicional), es casi seguro que las cosas se saldrán del plan.
Lo que debemos hacer, en cambio, es aprender a interactuar con el conflicto y a aprender de él.

Las organizaciones autogestivas logran esto gracias a:

  1. Transparencia: en vez de guardar y proteger la información ‘sensible’ (como las finanzas, los fracasos y las políticas), las organizaciones autogestivas la ponen a disposición, de forma catalogada, para que sea accesible por todos los miembros (y en ocasiones el público en general). De esta forma, las personas pueden utilizar ese conocimiento acumulado para una mejor toma de decisiones.
  2. Agilidad de respuesta: los sistemas autogestivos consideran a cada miembro de la organización como un sensor de la realidad, y por lo mismo, cuando alguien percibe una tensión (y/o área de oportunidad), no requiere pedir autorización a un ‘superior’ en un proceso burocrático sino que puede solicitar consejo de sus pares, revisar la información disponible y decidir por sí mismo.
  3. Aprendizaje continuo: Precisamente porque la ‘toma de decisiones’ se encuentra distribuída, también la gobernanza (es decir, la creación de acuerdos y políticas) es un proceso abierto donde todos los miembros participan de forma directa. Esto promueve que haya ciclos de evaluación más constantes y que todos puedan editar las normas por las que se rige su trabajo del día a día.
  4. Prioridad en las personas: Puesto que la autoridad se encuentra distribuída, en tiempos de crisis, se parte de la noción que las soluciones pueden surgir de cualquier parte. Esto incentiva procesos de inteligencia colectiva (utilizando estructuras liberadoras) que toman en cuenta las necesidades de la gran mayoría. Por lo mismo, en vez de priorizar el lucro de unos pocos a cambio del bienestar de los otros tantos (como suele pasar en estructuras tradicionales), muchas veces se opta por salidas más democráticas y solidarias; lo que a largo plazo fortalece la moral y la cohesión del colectivo.

El talón de Aquiles de las organizaciones teal

Si bien las organizaciones ‘Teal’ nos muestran el camino a seguir, hay un elemento que no no está presente en la mayoría de casos expuestos y este es: la propiedad.

Start.coop resume la propiedad, en el contexto organizacional, como un conjunto de derechos, entre ellos los derechos de gobernanza (poder modificar las políticas de y los acuerdos de colaboración) y los derechos financieros (recibir parte del capital creado por el trabajo producido).

Si bien, el movimiento Teal ya considera tener una gobernanza compartida por todos los miembros de la organización y propone la concepción de un propósito que trascienda la noción de proporcionar un retorno financiero a sus propietarios como único objetivo, es importante resaltar que la organización siempre correrá con el peligro de que los ‘dueños’ (de los derechos financieros — a.k.a. shareholders-) decidan imponer un liderazgo tradicional que abandone las prácticas teal para perseguir un mayor lucro; en especial cuando hayan malas rachas o se enfrenten a una elección crítica.

El mismo Frederic Laloux advierte que los directores (entre ellos CEO) y el board deben haber integrado una cosmovisión consistente con el desarrollo Teal para que el proceso valga la pena. Es decir, que los propietarios estén alineados es el factor más decisivo para que el experimento pueda tener éxito a largo plazo.

O dicho en otras palabras, los dueños de los medios de producción siempre tendrán el poder de decisión sobre cómo utilizarlos y qué hacer con los frutos de su trabajo. Y si eso es así, entonces la única solución sustentable a largo plazo es que la propiedad también se distribuya entre todos los involucrados.

Propiedad compartida de los medios de producción

Si buscamos repartir la propiedad para crear oportunidades de desarrollo social, económico y ambiental, entonces qué mejor que empezar por resaltar los esfuerzos del movimiento cooperativo.

El mismísimo Marx expresó que el modelo de las cooperativas demostraba que los instrumentos de trabajo podrían no ser “monopolizados como instrumentos de dominación y de explotación contra el trabajador mismo”.

La Alianza Cooperativa Internacional define a las cooperativas como “empresas que pertenecen a sus miembros, quienes las dirigen y gestionan. Independientemente de que sus miembros sean clientes, empleados o residentes, todos tienen el mismo voto en relación a la actividad de la empresa cooperativa y el reparto igualitario de los beneficios.”

Los 7 Principios Cooperativistas

Los principios cooperativos son las directrices mediante las que las cooperativas ponen en práctica sus valores de autoayuda, autorresponsabilidad, democracia, igualdad, equidad y solidaridad.

  1. Afiliación voluntaria y abierta: abiertas a todas las personas que quieran utilizar sus servicios y que deseen aceptar las responsabilidades de la afiliación, sin discriminación de género, social, racial, política o religiosa.
  2. Control democrático de los miembros: son organizaciones democráticas controladas por sus miembros, que participan activamente en el establecimiento de sus políticas y en la toma de decisiones
  3. Participación económica de los miembros: Los socios contribuyen de forma equitativa al capital de la cooperativa, que se destina a beneficios para los mismos miembros.
  4. Autonomía e independencia: Las cooperativas son organizaciones autónomas de autoayuda gestionadas por sus miembros. El capital externo y/o las alianzas no deben ir a costa de su autonomía.
  5. Educación, formación e información: Las cooperativas ofrecen educación y formación a sus miembros, para que puedan contribuir de forma efectiva al desarrollo de sus cooperativas.
  6. Cooperación entre cooperativas: Las cooperativas buscan fortalecer el movimiento cooperativo trabajando con estructuras locales, nacionales, regionales e internacionales.
  7. Interés por la comunidad: Las cooperativas trabajan para el desarrollo sostenible de sus comunidades a través de políticas aprobadas por sus miembros.

Deficiencias del modelo cooperativo

Si bien el modelo cooperativo es una referencia de lo que una estructura más democrática y equitativa podría significar, existen algunas deficiencias que han limitado su esparcimiento. Algunas de ellas son:

  • Toma de decisiones por mayoría: Muchas veces asumida como el único mecanismo de toma de decisiones democrático, las cooperativas suelen utilizar la regla de la mayoría para elegir entre 2 o más opciones. Esto, aunque da una sensación de participación para quienes votan, tiende a generar polaridades entre los grupos; comúnmente conocido como la tiranía de la mayoría, que deja inconforme a la minoría perdedora.
    Cosa que podría remediar aplicando un mecanismo de decisiones por consentimiento integrativo.
  • La democracia representativa: Aunque en escalas más pequeñas las cooperativas logren mantener cierta democracia directa (donde se mantenga la noción de ‘una persona un voto’), conforme la organización crece, se tiende a transicionar a una democracia representativa (donde se elige a un comité que asumirá ‘la dirección’); lo que centraliza el poder de la toma de decisiones en unos pocos. Esto, mezclado con la regla de la mayoría puede generar grupos políticos que utilicen su posición de poder para generar tráfico de influencias. Una posible alternativa sería buscar una participación más activa como sucede en la democracia líquida
  • Organizaciones cerradas: Aunque las cooperativas mantengan una propiedad y toma de decisiones democrática, esto sólo trae beneficios hacia sus miembros; y no necesariamente hacia el bien común. En otras palabras, una cooperativa con fines de lucro puede trabajar en el mercado capitalista con una mentalidad competitiva y un modelo extractivista sin que eso demerite su modelo cooperativo. Otros constituyentes (stakeholders) que no sean miembros oficiales (como sucedería con proveedores y/o comunidades aledañas influenciadas por sus operaciones), no tienen influencia en la toma de decisiones. Es por eso la importancia de integrar el factor de los bienes comunes que promueven las cooperativas abiertas.
  • Faltas de financiamiento en etapas tempranas: Puesto que las cooperativas buscan mantener la propiedad entre los miembros, no hay un incentivo tan claro para los inversionistas; ya que el destinar recursos no implicaría tener poder en la toma de decisiones y/o derechos financieros como sucede en una startup tecnológica. Si a eso le sumamos que legalmente se requieren un mayor número de personas para dar de alta una cooperativa (en México siendo 5), eso implica que la barrera para fundar una cooperativa es más alta que en una empresa tradicional. Una posible solución a esto sería buscar crowdfunding de equity, y buscar que sea la comunidad beneficiada (stakeholders) quienes funjan como inversionistas; un modelo que está explorando activamente el ecosistema DAO.

DAOs como propuesta de organización en la era digital

Una DAO, el acrónimo de Organización Autónoma Descentralizada(Decentralized Autonomous Organization en inglés); es un colectivo de personas que co-diseña la gobernanza de una organización y a partir de automatizar contratos inteligentes, busca mantener una estructura descentralizada donde no hay necesidad de tener una autoridad jerárquica. Esto, en el contexto de la industria emergente basada en la tecnología de blockchain, significa que ese código se vuelve ley, y todos pueden verificar si el trato se cumplió o no.

Esto, desde el punto de vista de la resiliencia, permite resistir una mayor cantidad de ‘ataques’ o eventualidades antes de que el sistema falle. O dicho en otras palabras, es una organización que, al estar distribuida en más personas, tiene mayores probabilidades de sobrevivir si una de ellas desaparece.

Una de las innovaciones de las DAO es su mecanismo de recaudación de fondos basada en un crowdfunding a cambio de tokens. Es decir, potencialmente cualquier persona puede comprar una ‘moneda’ creada por la misma organización, y obtener a cambio una serie de derechos; ya sea influencia en la creación de políticas de gobernanza, o bien retornos económicos en caso de éxito futuro; entre otras cosas.

De esa manera, las DAO no sólo permiten delegar a los grandes inversionistas ausentes que buscan retornos voraces (y sostenerse en una comunidad mucho más cercana y alineada al propósito) sino que también resuelven una necesidad percibida por millones de personas: la falta de apoyo financiero en las etapas tempranas del proyecto.

Algo que, por ejemplo, limita enormemente al movimiento cooperativo que, al no buscar utilidades astronómicas (al estilo unicornios de Silicon Valley), no suelen recibir financiamiento en la misma proporción que sus contrapartes capitalistas.

Además, las DAOs son relevantes porque han logrado materializar algo que había sido prácticamente imposible con anterioridad: pasar de una democracia representativa a una democracia líquida.

Puesto que los tokens conllevan derechos, muchas veces ligados a la toma de decisiones de la organización, los ‘token-holders’ (accionistas) pueden, si lo desean, participar activamente en el desarrollo de su democracia. Y si prefieren delegar ese poder (en la toma de decisiones), pueden elegir a quién; y retirar ese poder en cualquier momento. De esta manera, podemos ‘incidir’ de manera directa la manera de funcionar como colectivo.

Deficiencias de las DAOs

Si bien las DAO son una gran promesa del futuro, es importante resaltar que, en ocasiones, también evidencian el peligro de diseñar un sistema pensando en máquinas por encima de las mismas personas. Aquí algunas deficiencias, hasta el momento, del modelo DAO:

  • El modelo token-holder no genera equidad: varios de los protocolos con mayor crecimiento basan su mecanismo de consenso a partir del modelo de proof of stake (o ‘prueba de participación’), donde los ‘token-holders’ deciden ‘congelar’ sus acciones para poder influenciar en una decisión de gobernanza y entre mayor sea la cantidad de recursos que pongas, mayor la recompensa que obtendrás a cambio. Esto con la lógica que, si tienes mucho que perder, tendrás menos incentivos para atacar el sistema del que dependes.
    Y sin embargo, un resultado inherente es que, quien ya posee más ‘capital’ que el resto, tendrá también más influencia en la gobernanza del sistema, tendiendo a generar plutocracia.
  • El anonimato como obstáculo para la solidaridad: Puesto que muchas de las DAOs permiten que cualquier persona participe, muchas veces parten de interactuar con ‘perfiles’ que no demuestran signos de ‘humanidad’. Y puesto que en Blockchain, un perfil puede ser accionado a través de un contrato inteligente, no hay manera de reconocer del todo quien se encuentra del otro lado de la pantalla. Ese nivel de anonimato, aunque útil para cierto tipo de interacciones, resulta un obstáculo para construir relaciones profundas basadas en la intimidad. Además de ocultar información importante del contexto de la persona, que tiene implicaciones importantes.
    Al llevar las compensaciones a una reciprocidad tan exacta y automatizada, nos perdemos de la profundidad que nos permite una relación humana basada en la solidaridad; misma que toma en consideración las necesidades de la persona como un factor para repartir de manera equitativa los recursos.
  • La tiranía de la mayoría como contrasentido de la innovación: Hasta el momento, muchas de las DAOs utilizan el modelo de decisiones por la mayoría, tan común en las democracias representativas, donde se tiende a presentar una decisión binomial (A o B). Esto, aunque útil desde el punto de vista de la programación (tan acorde a las computadoras) y suficiente para industrias con problemas específicos y complicados, resulta una mirada limitada ante un contexto más amplio y complejo. A lo mucho, las decisiones serán un reflejo del status quo del colectivo que participa en una encuesta periódica de sus valores.
    La inteligencia colectiva necesaria para la resolución de problemas complejos no se cosecha a partir de votaciones de la mayoría (donde las opciones ya fueron pre-definidas por unos cuantos) sino permitiendo que emerja, acumulando de manera fractal, muchas conversaciones profundas de pequeños grupos de personas.
  • Forking como solución que polariza: Cuando el colectivo de una DAO no logra llegar a un acuerdo (y la minoría no está dispuesta a ceder), siempre pueden hacer un fork del código, resultando en una fragmentación de dos partes; cada una con su versión de la decisión. Esto, aunque un mecanismo necesario para toda organización distribuida, peligra de ser sobre-utilizada (en un contexto de decisiones por mayoría) y dispersar la energía del colectivo inicial en versiones similares que ahora compiten entre sí para ser el discurso dominante.
  • La falta de eficiencia en la toma de decisiones operativas: Si bien es positivo distribuir el poder en el diseño de la gobernanza (que establece la serie de políticas y marcos de referencia compartidos por los participantes del sistema), las operaciones de una organización ágil requieren de un modelo que permita mayor autonomía en las trivialidades del día a día. Las DAOs que por definición tratan de evitar la centralización (de nuevo) en pocas personas, al tratar de involucrar a todos los token-holders en todas las decisiones, acaban siendo poco eficientes, y en la práctica, terminan participando muchos menos de lo que se expresa a nivel discurso.

Conclusiones

Estamos experimentando el nacimiento de una nueva forma de ‘modelo organizativo’ compatible con el mundo digital que rige buena parte de nuestras vidas.

Y sin embargo, me resisto a pronosticar la fórmula ganadora porque, precisamente, no hay una como tal. No existe una solución única para todos los contextos. Una misma plantilla que sirva para todos los grupos en sus distintas localidades.

Es mucho más probable que el nuevo gran modelo no sea más que la colección de muchas pequeñas alternativas conviviendo las unas con las otras. Un mundo donde quepan todos los mundos.

Pero si algo tenemos claro, es que la descentralización del poder se encuentra en el corazón de este nuevo paradigma; puesto que una organización que logra no depender de un sólo punto en el sistema (ya sea una persona, un nodo o cualquier entidad contribuyente) es una organización más resiliente al entorno cambiante.

No importa si les llamamos ‘cooperativas autónomas distribuídas’ o cualquier otro término que esté vigente en el futuro.

Lo importante es comprender que un mundo con menos coerción es un lugar donde todos tenemos más poder.

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